Buscar este blog

martes, 11 de octubre de 2011

Conversaciones de pupitre

A mí siempre me han llamado la atención por hablar en clase. Primero, de muy pequeña, en el colegio. Luego cuando intercalaba las experiencias del fin de semana con observar las nubes por la ventana en el instituto y hasta en la universidad,en esas clases de verano en la que apetece más tomarte unas cervezas que estar encerrado entre cuatro paredes. Y como no puedes estar en el bar, trasladas la cafetería a clase.A lo que, al rato, el profesor,que hasta hacía cinco minutos seguía explicando ensimismado  y con pocos oyentes, te pregunta si quieres algo de beber. Ya podría traer un café, por lo menos.

Como consecuencia de todas las veces que hablé en clase, he copiado en diversas ocasiones y estilos, a lo Bart Simpson, la tradicional:"No hablaré en clase". Una vez alcancé mi propio récord al escribir 200 veces la misma frase, gracias a la reducción de pena porque la condena inicial alcanzaba la astronómica cifra de mil ¡Todavía me duele la mano de tanto copiar!


En secundaria el castigo era mejor, ya que a veces te invitaban a salir de clase. Y si te expulsaban con compañía, mucho mejor. Pasabas la mañana en el recreo y seguías la conversación. Con los años, en la universidad, ya te da más vergüenza que te manden callar. Te sonrojas. Pero a los cinco minutos sigues con tu tema.

Toda la introducción viene para contaros una conversación que tendría en segundo o tercero de la ESO con mi amiga de pupitre. Coincidió que nos sentaron por orden de lista ese curso, pero fue casi peor el remedio que la enfermedad. Por mucho que en clase no callara ni debajo del agua, siempre he sido muy buena estudiante. Mi amiga también lo era. Así que estábamos comentando la importancia del examen de esa semana. Y recuerdo que me dijo: "¿Sabes lo peor? que los mayores dicen que estos problemas (refiriéndose al examen) son una tontería comparados con los que tendremos".

Y tenía razón. Es muy complicado crecer.

P.D. Este post está dedicado a aquellos que tienen, como yo, el síndrome de Peter Pan y no quieren crecer. Y, por supuesto, a los que hablaban en clase y amenizaban un poco las lecciones.


No hay comentarios:

Publicar un comentario