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domingo, 17 de mayo de 2015

Mi postre es mío

Una vez tuve una cita, que no fue la mejor de todas. Me asusté mucho cuando el chico con el que había quedado apareció vestido de traje y con maletín a lo Bárcenas en la mano, ya que ese estilo de hombres no suelen ser mi prototipo. Aún así decidí que no tenía nada que perder (y ya que me había arreglado para la ocasión y no tenía mucha comida en la nevera), y que estaba en el sitio y a la hora acordada, cenaría algo informal con él.

Durante plato y plato mantuvimos las típicas conversaciones que tienen las personas que no se conocen demasiado. Hasta ahí todo iba bien. El problema llegó con el postre. Yo me pedí una gran copa de helado con barquillos y él declinó las interesantes ofertas que aparecían en esa parte de la carta. Cuando vio que mi helado era el rascacielos de los helados no dudó en pedir al camarero una cuchara y dejarme con la mitad de mi bola de chocolate y sin barquillos.

La foto es propiedad de mi amiga Cris
 
A partir de ahí, la cita sin él saberlo, ya había acabado. ¿Por qué la gente no entiende que si no se pacta compartir postre no puedes comerte la mitad de quien sí lo ha pedido? Como mucho tienen derecho a probar..... Mi postre es mío y el tuyo es tuyo. Otra cosa es que anteriormente se llegue a un acuerdo mutuo por el cual cada uno comerá el 50% en su justa medida. Ni una miga de chocolate más ni una menos.

Estoy segura de que muchas relaciones no han llegado a nada más por culpa del postre. O incluso por el primer plato. A mí me molesta mucho ofrecer a mis compañeros de mesa de mi plato y que digan que no. Y ya cuando ven que te quedan dos bocados (que son los mejores, obviamente), exclamen: "al final me has dado envidia y voy a probar un poco". Con todo mi amor y sonrisa falsa les entrego el tenedor (mientras en mi cabeza me acuerdo de su madre). Otra gente es especialista en quitarte sin permiso parte de tus patatas fritas (más de la mitad) y tener el morro de decir que solo quería probarlas.

Otra discusión gastronómica típica es la gente que te roba el pan y ponen como excusa que no sabían si el suyo era el de la derecha o el de la izquierda. ¡Cuántos disgustos he tenido al no encontrar mi panecillo ni a la derecha ni a la izquierda, mientras observas al comensal de al lado con la boca llena de pan!


Las cosas claras. Con la comida no se juega, y mucho menos con el postre. Espero que quede claro: Mi postre es mío.

martes, 12 de mayo de 2015

#LEYabortoTERAPÉUTICO

 
 
 
 
 
 
Impactante campaña de una organización chilena para legalizar el aborto terapéutico. Derecho a decidir. Siempre

domingo, 10 de mayo de 2015

Perder el barco

Hubo un día en el que algún plumilla estuvo inspirado y utilizó la expresión de ser una locomotora para hacer referencia a la mejor economía de una zona. Véase, por ejemplo, Alemania como locomotora de Europa, o como milagro económico. Lo que no explicó es que ese tren funciona a costa del carbón de 7,5 millones de minijobs o a base de que dos millones de personas tengan dos puestos de trabajo. Tampoco menciona que ese humo está contaminado, ya que el 10% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y necesita la ayuda de los servicios sociales para poder sobrevivir (un porcentaje que ha ido en aumento en los últimos años). La cifra en la primera economía mundial, EE.UU., sube al 14,5% según los datos del propio Gobierno presentados en el documento The war on poverty 50 years later. Un informe que se traduce en 45 millones de personas con escasos recursos, pero con nombres, apellidos e historia de vida.

Los pasajeros de ese tren del Euro se dividen de forma cada vez más extrema en primera y tercera clase, como sucedía a finales del siglo XIX y principios del siglo XX con los grandes transatlánticos. La clase media, a la que todo el mundo creía que pertenecía, desaparece. A la par que naufragan barcos cargados de inmigrantes en las aguas de la isla de Lampedusa.

Observando estas y otras cifras, el economista francés Thomas Piketty habla sobre la distribución de la riqueza: de cómo es y de cómo debería de ser y del antagonismo de que un escaso número de personas concentre el mayor porcentaje de riqueza (y que este número en vez de decrecer con el paso de los años sea cada vez mayor) y de que el porcentaje de la de los ciudadanos decrezca como lo hace la luna. Leemos a estos recientes economistas mientras los presidentes de los gobiernos aseguran que estamos en "la buena dirección". Y yo prefiero no saber cuál es, ya que lo que toco a mi alrededor son trabajos cada vez más precarios, inútiles de despacho y cargos intermedios de vida low cost.             

Como dice la frase hemos perdido el tren, ya que la oportunidad de hacer del mundo un lugar más justo se esfuma como el humo de la locomotora. O como el humo del barco, ya que la expresión inglesa es miss the boat.

domingo, 3 de mayo de 2015

Que la sequía tarde en llegar

Cada arruga de su rostro fue engendrada por una preocupación. El surco central de su frente, el más profundo de todos y el más reciente, se formó con una palabra: Europa. Él la escuchó como si fuera lluvia. Cuando su hijo la repitió, la oyó a través del aire que aspiraba de un viejo cigarrillo de liar, porque el cáncer no le preocupaba, pero sí le asustaba la manera en que su hijo veía la mar.


El día que el joven marchó, él le miró a los ojos sabiendo que sería la última vez que lo haría. Le apretó fuerte la mano y le deseó suerte, aunque sabía que ésta nunca viaja en barcos pesqueros, sino que lo hace en grandes cruceros.


Ahora, sentado en la puerta de casa, maldice la injusticia de un mundo que ha dejado que su hijo muera ahogado. No ha visto las noticias porque no tiene televisión, pero su corazón le dio un vuelco a las 3 de la madrugada, en el momento exacto en que la barca se hundió y su primogénito, junto con unas 700 personas más, desaparecieron en el mar. Solo espera que la época de sequía tarde en llegar. La suya ya le pesa demasiado.