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domingo, 10 de mayo de 2015

Perder el barco

Hubo un día en el que algún plumilla estuvo inspirado y utilizó la expresión de ser una locomotora para hacer referencia a la mejor economía de una zona. Véase, por ejemplo, Alemania como locomotora de Europa, o como milagro económico. Lo que no explicó es que ese tren funciona a costa del carbón de 7,5 millones de minijobs o a base de que dos millones de personas tengan dos puestos de trabajo. Tampoco menciona que ese humo está contaminado, ya que el 10% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y necesita la ayuda de los servicios sociales para poder sobrevivir (un porcentaje que ha ido en aumento en los últimos años). La cifra en la primera economía mundial, EE.UU., sube al 14,5% según los datos del propio Gobierno presentados en el documento The war on poverty 50 years later. Un informe que se traduce en 45 millones de personas con escasos recursos, pero con nombres, apellidos e historia de vida.

Los pasajeros de ese tren del Euro se dividen de forma cada vez más extrema en primera y tercera clase, como sucedía a finales del siglo XIX y principios del siglo XX con los grandes transatlánticos. La clase media, a la que todo el mundo creía que pertenecía, desaparece. A la par que naufragan barcos cargados de inmigrantes en las aguas de la isla de Lampedusa.

Observando estas y otras cifras, el economista francés Thomas Piketty habla sobre la distribución de la riqueza: de cómo es y de cómo debería de ser y del antagonismo de que un escaso número de personas concentre el mayor porcentaje de riqueza (y que este número en vez de decrecer con el paso de los años sea cada vez mayor) y de que el porcentaje de la de los ciudadanos decrezca como lo hace la luna. Leemos a estos recientes economistas mientras los presidentes de los gobiernos aseguran que estamos en "la buena dirección". Y yo prefiero no saber cuál es, ya que lo que toco a mi alrededor son trabajos cada vez más precarios, inútiles de despacho y cargos intermedios de vida low cost.             

Como dice la frase hemos perdido el tren, ya que la oportunidad de hacer del mundo un lugar más justo se esfuma como el humo de la locomotora. O como el humo del barco, ya que la expresión inglesa es miss the boat.

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