Buscar este blog

miércoles, 27 de noviembre de 2013

La imagen de tu voz

En el mundo de las relaciones 2.0 establecemos el contacto, o por lo menos el primero, mediante un e-mail o una llamada de teléfono. La wifi manda. Yo, que tengo demasiada imaginación, siempre pongo cara a las personas con las que hablo. Nunca acierto. Si veo una persona rubia, resulta tener el pelo negro azabache. Si tiene complejo de baja, yo la visualicé alta. La edad ni la contemplo. Pongo o quito años a mi antojo. Me resulta divertido conocer a la persona en directo, mirarla a los ojos. Y, darme cuenta, una vez más, de que no he acertado en mis descripciones mentales.

No sé si al resto de personas les pasará lo mismo, pero me gustaría saber cómo se imagina la gente que soy cuando oye mi voz (o lee un e-mail) y no me conoce en persona.

martes, 12 de noviembre de 2013

La historia de la llama Serge

Desde hace unos días vivo asombrada con la historia de una llama, que se hizo popular al salir de fiesta en Burdeos. No por voluntad propia, más bien por casualidad. A unos jóvenes franceses les pareció una buena idea sacar al animal del circo y llevarlo de bar en bar. Lo que no sé es quién pagaba las rondas... Para dar a conocer su hazaña, los chicos colgaron varias fotos en compañía de la llama en su perfil de Facebook. El animal es, sin lugar a dudas, el que mejor salía de todos. Parece que ha dedicado toda su vida a los focos. Desde entonces, me parece graciosa la historia (más triste veo ser fan de Alejandro Sanz y no digo nada).

La publicación de las instantáneas catapultaron a la llama, Serge, a la fama, y le han llovido los contratos. Hace unos días, Serge daba el pase de honor en un partido de fútbol en el país galo. Y, por supuesto, seguí la noticia al minuto.

Llevo varios días con la broma de la llama, lo que ha provocado numerosas risas en mi lugar de trabajo. No sé de qué se ríen tanto. Me parece más triste seguir las nauseas de Chabelita, la hija de la Pantoja, en cualquier medio de comunicación. Además, el animal es mucho más agraciado.


viernes, 8 de noviembre de 2013

¿Cuánto dolor puede soportar la condición humana?


El silencio de los cláxones, las luces de los semáforos y la contaminación atmosférica se observan desde este puente. Puedo contemplar miles de coches que se desplazan hacia ninguna parte porque aparcarán en el mismo sitio de siempre. El paisaje nada tiene que ver con el lugar de donde vengo. El cielo lo cubren nubes de colores flúor, como los califican en las páginas de las revistas de moda. No puedo respirar. La gente no para. “No tengo tiempo”, gritan para hacerse oír. Tampoco observan, ni escuchan, ni saborean, ni huelen y, mucho menos, sienten. 
¿Quiénes son los subdesarrollados?


Lleva mucho tiempo sin poder levantarse del sofá. Ya no se afeita la barba. Está medio vestido con unos calzoncillos blancos, una camiseta de tirantes, también blanca, comprada en un mercadillo y unos calcetines desgastados. A su lado, latas de cerveza vacías. Está solo, al igual que estuvo aquellos 100 días. En medio de esa nada, que se convirtió en cotidiana. Era blanco de fuegos cruzados. “Intentan matar al mensajero”, piensa.  Aunque está aquí, él nunca logró volver. 
¿Acaso se pueden olvidar los horrores de una guerra si se cena Champagne en un restaurante francés?





P.D. ¿Qué se hace contra la indiferencia? Escribir todavía mejor que la última vez que lo hiciste (Consejos que son necesarios escuchar de vez en cuando). Quizás, el próximo texto provoque un cambio… O puede que todo siga igual.