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miércoles, 31 de agosto de 2011

La puta virgen

La primera vez que me acosté con un hombre acababa de cumplir 17 años. Como muchas parejas nos conocimos en la barra de un bar, cuando nuestros vasos estaban demasiado vacíos. Me prometió el cielo, pero él siempre miraba el suelo. Me cogía de las manos. Y mis manos siempre estaban frías.

 Me trasladé a vivir a su casa en un barrio lúgubre, pero a mí me daba lo mismo con tal de estar a su lado. La segunda mudanza fue más complicada. Nos trasladamos a otro país. Y él me dejó con las maletas en la puerta, algunas heridas en las muñecas y muchas deudas en el bolsillo.

Allí conocí a otras mujeres, la mayoría muy jóvenes, aunque su mirada aparentaba muchos más años que su escasa cintura. Competíamos por ver quién bebía más chupitos y así perder por momentos la consciencia del tiempo. Nos escapábamos del aliento a anís y puro que se abalanzaba cada noche sobre nosotras. Y que después lloraba sus secretos.


Hoy he perdido la cuenta de cuántos cuerpos diferentes he conocido. Y aunque los he visto repetidas veces, todos son desconocidos. Todavía me considero virgen.

P.D. Este post se me ocurrió ayer por la noche al venir a casa y arrastrar mis pies por la calle Montera cuando vi a un grupo de chicas que podrían tener mi edad o menos años. 

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