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miércoles, 29 de junio de 2011

El pájaro que no sabía volar

Él observaba el precipicio como quien ve caer las gotas de lluvia desde una ventana, sin prestar demasiada atención. Sin embargo, conforme pasaban los minutos comenzaba a impacientarse, a notar el ardor de la sangre. Arrastraba las patas por las hojas. Las coloridas plumas, que la naturaleza había elegido para él, se batían en vuelo, pero no conseguían despertar. Su pico de oro, que entonaba siempre alegres melodías, estaba sellado. Mantenía el ceño fruncido. Serio. Demasiado serio para su forma de ser.

Estaba solo en ésto, lo que le producía un cierto alivio. Pero ese respiro inesperado duraba tan sólo unos segundos porque el precipicio volvía a su campo de visión. ¿A qué tenía miedo? Su madre le había estado preparando para el viaje durante meses. Le había alimentado con cariño, al igual que hizo con sus hermanos que ya habían abandonado el nido. Se habían juntado con otros pájaros de su especie e, incluso, habían tenido sus propios hijos.


Al observar la nada pensaba que era ridículo que un pájaro no supiera volar. Era como si un pez no fuera capaz de nadar o como si un león sintiera pena por comerse una cebra. "¡No era lógico!", gritaba bajito su cabeza. Nunca se había sentido tan cobarde. A pesar de que, como todos los seres con plumas, alguna vez sintió la tentación de esconderse en el calor de su nido, donde siempre se encontraba resguardado.

El pajarito comenzó a no poder respirar, la situación le sobrepasaba. Le faltaba el aire, pero intentaba no pensar en ello. Pensaba en qué dirían sus vecinos de árbol, en las miradas, los reproches, las frases inacabadas y en las risas a sus espaldas. Pero le faltaba valor. Y allí siguió observando la nada hasta que volvió su madre y lo trasladó de nuevo al nido. A otro diferente, para que nadie se enterara de que había un pájaro que no sabía volar.


La culpa y el calor

Las dos palabras que titulan mi blog tienen más relación de la que cualquier observador encontraría. Las dos, el calor y la culpa, te impiden dormir por las noches. Cada una con sus razones, con sus tácticas, con su pepito grillo. Pero ambas se intensifican a la misma hora, a esa en la que uno decide acostarse. En ese minuto mágico en que cada uno comienza a dar vueltas, a la cabeza primero y despúes en la cama, en búsqueda del sueño añorado, del mundo idealizado. En ese estado en que no existen ni las temperaturas de 40 grados ni los remordimientos. Ni el sudor, ni las verdades de los ojos, ni los labios sellados.

Todo eso, por fortuna, se olvida por la mañana, con la luz del día, cuando nos sentimos seguros de lo que somos, de lo que hicimos, de lo que dijimos o de lo que callamos.

De los dos estados es más fácil, aunque ahora parezca pardójico, evitar el calor. Botellas de agua fría, dormir con poca ropa, o sin ella, y con las ventanas abiertas. Los afortunados con el aire acondicionao.

La segunda tiene peor solución. Alguna copa de más parece ser, a veces, el remedio perfecto. O momentáneo.  O el que permite liberar la conciencia para que se convierta en cierto lo que nunca sucedió.Y que tiene una solución, fuera de los cócteles, que no siempre queremos ver por secretas razones.

Buenas noches para todos los pollos asados ;-))

miércoles, 15 de junio de 2011

Huertas de verano

Las huertas no es que sean sólo para el verano. Y menos en Madrid, que con el calor que hace se echa todo a perder. Pero aún así me arriesgué y en la época estival, de la temporada 2010, me convertí en jardinera. Sí, por unos meses. Me puse un gorro de paja y, con una espiga en la boca, y un espantapájaros comencé a sembrar los campos. Bueno no, sólo volví a comprobar que me parezco bastante a Eduardo Manos Tijeras. La planta murió. Y eso que cuando veo una planta suelo hablar con ella, dicen que crecen más. Incluso le ponía música. Y le daba mimos, que hasta les he dado un beso de buenas noches bajo la luz de las estrellas. Y con la luna de testigo. Y hablaba de ella en la oficina.
Pero me dejó. Conclusión: Faltaba el agua. Y sobraba sol.

En realidad mis hectáreas de campo se reducen a la tomatera que cuide el año pasado, cuyas medidas se reducen a centímetros. Todo con la ilusión de poder aprovechar en algún momento los tomates para mis ensaladas. Y que el ministerio de Agricultura me diera alguna subvención como la que le daba a la Duquesa de Alba. Aunque, tras verlos crecer cada día, bajo el sofocante calor, me rajé (me salieron dos). Como cuando ves los centollos en las peceras y pones un dedo condenando con ello a algún ejemplar a una muerte segura. Y a ti a un buen empacho. Y yo con mis tomates quería tener la conciencia tranquila. Que luego me veo corriendo por el pasillo de casa perseguida por un bote de Ketchup.


La historia de comenzar una huerta de ciudad no fue mía. Me la propuso una amiga: "cuídala", se despidió antes de comenzar sus vacaciones de verano y tras darme algún consejo. Espero que no fuera una prueba de amistad. Ese préstamo era como dejar un lobo al cuidado de una oveja. Ella sabía mis antecedentes: la muerte llegó hasta un cactus. Un caso que todavía está siendo investigado por todos los expertos de CSI. Telecinco se ha quedado sin trabajadores, los tienen todos en mi invetigación.

La historia es que no me importaría volver a desarrollar mi lado de campesina. Además, esta vez prometo acordarme de regar.

lunes, 13 de junio de 2011

Riñas de basura

Ayer, tras trabajar un poquito (sí, aunque sea domingo) aproveché el buen tiempo y las buenas temperaturas veraniegas para dar un paseo. Estos meses ofrecen momentos muy propicios para pasar el día en la calle, porque todavía el calor no es de esos asfixiantes. Sino que te deja la voluntad de decidir si ponerte o no un jersey.

A la vuelta a casa, pasé por un gran almacén, creo que no necesito poner ni el nombre del establecimiento. En las puertas del centro comercial había varios cubos de basura. Y en ellos, los residuos que los clientes de primera no quieren o que las empresas de segunda, en cuanto a responsabilidad social, deciden que no es necesario vender y que es mejor tirar antes de donar a alguna organización que trabaja contra la exclusión social. Sin embargo, no sabría describir el valor de estos productos imperfectos, en cuanto a forma o acabado. Por una parte, son el fiel reflejo del consumo excesivo de nuestra sociedad. Y, por otro lado, se traduce como la única vía que disponen algunos grupos sociales para comer y vestirse. Siempre todo tiene un doble concepto

Este fenómeno de compra entre vertederos lo había visto, pero tan sólo con dos o tres clientes. Ahora la cifra se multiplica por diez en algunas noches. No siempre.

Ayer dos hombres de estos que buscan su dieta en grandes contenedores discutían sobre quién había encontrado primero algún alimento indescriptible. El desacuerdo no se prolongó mucho tiempo y terminó con la frase de uno de ellos, tras levantar un poco la voz: "No van a discutir dos hombres por un poco de basura".


jueves, 9 de junio de 2011

Utopías

La primera vez que abrió los ojos, el mundo era joven todavía. Y algo ingenuo o demasiado crédulo. En su infancia recorría las calles de Madrid con aviones de papel, pompas de jabón o pelotas desgastadas. Pasó el tiempo y seguía volando comentas de colores y miraba al cielo con la esperanza de un mundo alternativo. Pero, a la vez, vislumbraba el gris de las almas. Sus ojos comenzaban a cerrarse.

Los días comenzaron a pasar más rápidos. "Cosas de la edad", suspiraban algunos rememorando su juventud. Y las flores comenzaron a crecer en sitios insospechados: en los fusiles de algunos que defendían con las balas conceptos nebulosos. Ésa fue la segunda primavera. La primera fue en mayo del 68 en la que germinó la palabra utopía. "Está claro que el mundo tiene que cambiar", aseguraban.

Sus ojos se cerraban un poco más, comenzaban a estar cansados de ser testigos directos de todas las barbaries del siglo XX. Sin olvidar ninguna y sin ningún rencor. Su memoria pudo aguantar, pero sus párpados decidieron descansar con la esperanza de un mundo "alternativo". Y, sobre todo, más justo.

P.D. El cambio y la transformación del mundo es posible, aunque sólo sea mínimamente. No lo digo yo, sino un pensador que, agotado, ha cerrado los ojos.

miércoles, 8 de junio de 2011

Lo positivo de lo negativo

Me comentaba un buen amigo que estaba algo decepcionado con el mundo, no con estas mismas palabras, pero sí con el mismo mensaje. A todos nos han puesto alguna vez esas gafas con las que ves todo un poco más borroso, más oscuro. Lo decía en referencia a sus amigos, un buen síntoma que una persona se preocupe de sus amistades. "No conozco a ningún amigo que esté contento en el trabajo", eso suponiendo que tenga la suerte de tenerlo. Normal que la gente no esté contenta cuando cobrar 1.000 euros o sobrepasarlos mínimamente es un sueldo de lujo. Cuando, quizás, no estén trabajando para lo que habían estudiado con tanto entusiasmo, dependiendo de la asignatura. Cuando trabajan más horas de las que deberían y nadie se preocupa por las horas extras. O cuando se enfrentan a la vida de forma "ilegal", sin que la empresa les pague la seguridad social.


Yo hay veces que no sé qué decir, esto no sucede con mucha frecuencia. Siempre suelo buscar alguna palabra, un poco de luz. Pero es difícil buscar lo positivo de lo negativo. Y más cuando él tiene toda la razón y todo el derecho a sentir esa decepción.
Sin embargo, aunque resulte un ejercicio costoso siempre debemos hacerlo. Así que propongo que trate de encontrar las pocas virtudes de una situación que no es demasiado alentadora.

No se puede negar que los principios siempre son duros, especialmente los comienzos de la generación de los "indignados". Pero estoy segura de que es una situación que no es para siempre. En un minuto todo puede cambiar. Hasta entonces: Somos jóvenes, así que debemos ser optimistas.

lunes, 6 de junio de 2011

Personas corrientes

Lo escuchaba hace mucho tiempo en algún sitio, pero mi maravillosa memoria me impide recordar el lugar y el momento. De hecho, mi pérdida eventual de datos, advierto, se ha saldado con una nueva víctima, ya que este fin de semana no logré recordar mi número PIN del móvil; con las consecuencias que ello conlleva. Esa tragedia de estar incomunicada con el resto del mundo. O ese respiro inesperado de aparcar lo urgente.

Lo que escuchaba es la frase de "tú eres de todo, menos corriente". Allá cada uno cómo quiera definirse, si es que a las personas se les puede describir. Manías de los humanos de clasificarlo todo en grupos y subgrupos. Para mí, ese adjetivo evoca algo positivo, porque lo que menos soporto es ser una persona corriente. Me gusta ser diferente. Y eso que he conocido muchas personas en la vida que cuando te preguntan: ¿cómo es fulanito o menganita?, la única respuesta válida es: "muy normal". (Por lo menos de primeras, está sobradamente demostrado que normal, lo que se dice normal, no hay nadie, puntualizo).

El otro día me decía un compañero que mi blog era algo extraño. No lo niego porque es lo que pretendo. Sin quererlo, él me dijo uno de los mejores piropos sobre mis textos.

Si todo fuera corriente, el planeta tierra sería un lugar muy aburrido. De hecho, cuando veo que mi vida sigue un camino demasiado recto, procuro darle un pequeño giro, formar parte de un nuevo lío para que todo este mundo efímero se convierta en algo que merezca la pena. Para poder ser de todo, menos corriente.

jueves, 2 de junio de 2011

Nieve

Caminaba descalza, mientras el viento despeinaba su melena morena. Buscaba, sin querer, algo que no encontraba. Escuchaba el sonido del mar. Dejaba que el sol fuera su abrigo. A pesar de que era pleno mes de agosto, sentía frío. Y recordaba, a la vez que avanzaba despacio sin que el viento le diera ninguna tregua para peinarse. Tenía la imagen que quería en su mirada. A su mente también le llegaba su olor y el suave tacto de su pelo. El sol desaparecía como cada tarde, justo a la misma hora que el día anterior.
Los pies de la muchacha avanzaban sin recibir ninguna orden concreta, como si no fueran parte del cuerpo. Sin embargo, le arrastraban a seguir andando, a seguir avanzando. No ponía resistencia a ese impulso natural.

A su otro yo le gustaba la arena y el agua, pero sentía un pánico incompresible a las olas. No le gustaba bañarse sola, pero tampoco tenía paciencia si esperaba en la orilla del mar a que la melena morena de la joven se diera un baño. Prefería los simples paseos con el sol de fondo. Y las piedras. Grandes. Pesadas. Frías.

La joven sostenía con paciencia las zapatillas en su mano derecha. Comenzaba a tener frío. Sentía como si la arena se hubiera transformado en nieve. Porque ella prefería la nieve. 





P.D. Post personal. También prefiero la nieve.



miércoles, 1 de junio de 2011

Madrugar

Siempre he sentido devoción por aquellas personas que se levantan temprano. Digo devoción porque si fuera por mí no me levantaría nunca antes de las nueve y media de la mañana. Me gustaría confesar que preferiría despertarme, incluso, una hora más tarde, pero no quiero dar una imagen más perezosa de lo que soy. Aunque, antes de que algunos preciséis todo esto: sí, es cierto que algún día me he despertado a las doce de la mañana sin salir el día anterior y acostándome a una hora prudencial. Me gusta dormir ¿qué pasa?

Mi envidia por la gente que madruga es doble puesto que yo para ser persona, lo que puedo y me dejan, tengo que dormir un mínimo de ocho horas. De lo contrario paso la jornada sin pena ni gloria en un estado similar al de los sonámbulos.

El caso es que esta semana he madrugado. Inicialmente quería despertarme a las ocho y, para variar, he amanecido alrededor de las nueve. O algo más tarde. Con la idea de aprovechar el día al máximo, se me ha metido en la cabeza, lucho cada mañana con la alarma de mi despertador retrasándola cinco minutos más, que pueden llegar a convertirse en horas. Y es que a pesar de mi motivación no consigo salir de la cama, ya que en esos momentos no hay argumento suficiente que consiga separarme de mis sábanas. A este paso tendré que tirarme jarras de agua fría a la cara.

Además, no sé si os habéis percatado de que el despertador suena en el mejor momento del sueño. En el minuto justo en que ibas a descifrar una clave importantísima, trasladarte a una isla o reconocer a alguien.

Tras esta parrafada me voy a dormir para mañana procurar levantarme a las ocho y media para empezar a trabajar y ponerme en marcha.

P.D. Si alguien tiene la solución para no quedarme dormida por las mañanas, que ya soy una experta en la materia, que me informe. No quiero perder más horas de mi vida, aunque reconozco que dormir es un placer.