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miércoles, 9 de noviembre de 2011

I couldn´t care less

El día en que María conoció a Julio o cuando Julio conoció a María pocos lo recuerdan. Quizás porque siempre formaron parte del mismo grupo de amigos. Y la amistad no germina en un día, sino que florece en meses. Cuando se conocieron jugaban a ser piratas en el parque. Se pintaban la cara. Pocas cosas había más divertidas que disfrazarse. Después comenzaron los primeros botellones y una noche, casi sin darse cuenta, se dieron su primer beso.

Está claro que el amor, en este caso, llegó mucho más tarde. Con la confianza en su futuro comenzaron a vivir juntos al cumplir la mayoría de edad. Con muchos sueños en el futuro y poco dinero en el bolsillo, pero el suficiente para pagar las facturas de una casa que tan sólo era bonita con el uso desmesurado de la imaginación. Pero todo daba lo mismo, su amor les bastaba.

Al acabar sus estudios básicos comenzaron a trabajar. Él era albañil y ella era dependienta en una pequeña tienda de barrio. Las cosas comenzaron a ir bien y decidieron cambiarse a un piso algo más amplio a las afueras. Los 90 metros cuadrados de vivienda les quedaban grande-pensaban- y decidieron que necesitaban un nuevo inquilino. Así llegó su primer hijo, por una mezcla de espacio y rutina en sus vidas, y luego un segundo y un tercero. A la familia se sumó un perro.

Después volaron. Los niños y el perro. Unos a otros nidos y la mascota a un lugar indefinido. Y él también mudó. Pero del trabajo a casa, su contrato se acabó. Ella tuvo más suerte: le redujeron el sueldo a cambio de trabajar más horas. Y como las desgracias nunca vienen solas, los pulmones de él decidieron dejar de funcionar. Y claro con un sueldo apenas llega para pastillas, radiadores y comida. Comenzaron a dejar de pagar gastos superfluos como la hipoteca de su casa.

Un día revisando el correo, María descubrió una notificación judicial. Y al poco tiempo volvieron a vivir con sus hijos. Por la noche cenaban juntos y veían la televisión. Desde programas de entretenimiento, pasando por películas, hasta alguna serie. El lunes decidieron ver el debate con la carga de un desahucio a sus espaldas, las enfermedades que aparecen por la edad y las arrugas de los disgustos. La apagaron. "No podría importarme menos", pensó María para sus adentros, mientras contemplaba, otra vez, la dichosa carta.

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