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domingo, 13 de noviembre de 2011

Cuando ni sientes ni padeces

Como mis amigos suelen llegar tarde (no digo nada), mientras les espero me dedico a escuchar conversaciones ajenas. Más que por el cotilleo es por el aburrimiento y porque compartía banco.

Allí, a mi lado, estaban dos señoras de 40 y de 43 años (lo sé porque lo dijeron). Una grandota, la otra más delgada y con gafas y mi compañera sedentaria. Sonia, la que hablaba sin parar de pie, estaba con su hija, Sonia también, de cinco años y con un peinado muy moderno.

Como en todas las conversaciones comenzaron con el típico qué tal, qué grande está la niña, cuánto tiempo sin vernos.... y luego derivó en los comentarios típicos gracias a la crisis: que la cosa está mal, que no me siento representada por ningún partido, que nadie nos ayuda....

Y así me enteré de la historia de Sonia que trabajaba en una peluquería en la que el corte de pelo lo cobran a 70  euros y las mechas a 90. Que con lo que le pagan le llega justo para la casa, las facturas, comida y algún capricho de Sonia menor. Pero que había decidido invertir todos sus ahorros en abrir un nuevo centro de estética. Que estaba harta de trabajar para nadie y que no le dieran ni las gracias y que estaba aún más cansada de que la torearan y de cobrar tan poco.

-"Luego están esos", seguí su monólogo mientras la mujer de gafas fumaba un cuarto cigarro y su hija le miraba sin entender nada, "que no saben por lo que estamos pasando".
- "Bueno seguro que cuando dejen el cargo se darán cuenta, también sienten", le contestaba la otra.
- "Esos ni sienten ni padecen, cuando uno tiene la maldad dentro, la tiene para siempre y da igual lo que les pase a los demás", argumentaba.
- "Puede que lleves la razón... ", zanjó el tema mientras apuraba la última calada.

Y Sonia y Sonia menor se fueron y la otra chica se quedó esperando. Yo me fui a tomar algo porque entre palabra y palabra de despedida llegaron mis amigos.

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