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domingo, 6 de diciembre de 2015

Algunos lugares a los que queremos volver

Una no acostumbra a pensar en la cantidad de ex(s), en singular o en plural, según los parámetros sociales usados, que cargamos a nuestras espaldas. El prefijo ex (que fue y ya no es) no solo se puede aplicar a novios, parejas de hecho o cónyuges. También se puede utilizar cuando hablamos de un trabajo, de una casa, de una ciudad o de una tarde. A veces, el prefijo ex nos inspira y recordamos aquellos lugares a los que queremos volver. Menos a los ex(s) sentimentales que se olvidan en 19 días y 500 noches, como dice la canción.


Me encantan los mensajes de @SresLoboWTF.




Añoramos algunas ciudades o momentos de la vida. Hace poco una amiga mía miraba a sus hijas, que aún son bebés; y trataba de explicar la nostalgia que sentía al pensar en el día en que nacieron. Tenía miedo porque ya no iba a volver a disfrutar de ese maravilloso primer año de vida ni de todos los aprendizajes de las niñas. Incluso, confesó que echaba de menos el momento del parto y la sensación de sostenerlas por primera vez.

Dándole una vuelta a la reflexión solo deseo que la vida de cada uno de los que leen el blog esté llena de ex (s) porque significa que hemos ido más allá, que hemos vivido. Así que he decido que voy a seguir ampliando mi lista, que últimamente he actualizado poco.

domingo, 25 de octubre de 2015

No a la guerra

Los ciudadanos perdieron la voz el año 2003. La consigna era la misma en todas las ciudades de España: No a la guerra. El sentimiento antibélico estaba presente en todos los rincones, actuó como nexo común. Entonces, todavía estudiaba Filosofía en el instituto. Pero recuerdo que ese año, un día a la semana, alumnos y profesores íbamos juntos a las manifestaciones con la esperanza de evitar una nueva Guerra. Supongo que unos eran más conscientes que otros de lo que significaban las balas. En España, por suerte, mi generación nunca ha vivido una Guerra en la que los aviones bombardean hospitales de Médicos Sin Fronteras.

Cuando era pequeña, en mi colegio recogían material escolar para los niños de un colegio de Mostar. Mi profesora traducía los sentimientos de los 25 alumnos de la clase y los plasmaba en una carta que enviábamos sepultada entre lápices y cuadernos. El objetivo era conocer cómo era la vida de esos niños de aquella lejana ciudad que había sido bombardeada sin piedad. Las respuestas, no las recuerdo. Lo único que tengo en la memoria es que cuando Paquita, nuestra profe, leyó, con un nudo en la garganta, el párrafo de una de las cartas en las que su homóloga hablaba del puente de Mostar, la clase se quedó en un silencio sepulcral. Y algunos alumnos empezaron a llorar.

Pocos días antes de que el sol de primavera asomara en aquel olvidado año de 2003, los presidentes Bush, Blair y Aznar se reunieron en la bautizada cumbre de las Azores, donde reafirmaron la existencia de que el régimen, como ellos lo llamaron, escondía armas de destrucción masiva por todo el país. Lo que callaron fue mucho. Nunca dijeron que los daños colaterales de esa Guerra serían miles. Niños, hombres y mujeres perdieron la vida por un miedo abstracto de Occidente. Por una pesadilla inventada por los conservadores, cuyo objetivo era catapultarse al podio y colgarse la medalla de garantes de la Libertad. Un premio que otorga muchos votos. Pero cuyo resultado fue, en realidad, la creación de organizaciones como Al Qaeda o Estado Islámico.


En plena era digital, en una entrevista a la cadena CNN, Blair pide perdón por la invasión a Irak y asume las consecuencias que colean en la actualidad, véase la situación Siria, derivadas de esa Guerra que el mundo intentó evitar. El británico también se disculpó hace unos años por aceptar pruebas erróneas de sus servicios de inteligencia. O por no escuchar ni valorar otros datos que desmentían la existencia de las armas fantasma.

A mí, unas horas después de esas declaraciones en la CNN, me viene a la memoria el señor Aznar convenciendo al electorado de la necesidad de bombardear Irak, justificando el horror, que mi clase de primaria comprendió cuando hablábamos de aquel puente, que es una Guerra.





Todavía no le he escuchado disculparse. Tampoco he escuchado ningún rumor de que se les vaya a juzgar y condenar por esos crímenes. Lo único que escucho son las consignas de No a la guerra, los gritos de paz de las manifestaciones que tuvieron lugar durante aquella sangrienta primavera.

domingo, 18 de octubre de 2015

sábado, 5 de septiembre de 2015

Bienvenidos a Europa

Welcome, refugees. Bienvenidos refugiados. Esto es Europa. Un continente que se escandaliza por una fotografía de un niño muerto que yace sobre la arena de una playa donde los turistas descansan sus problemas de primer mundo, pero que no se asusta al pensar en los miles de niños que mueren ahogados. Esta zona de la Tierra la gobiernan dirigentes que dicen a niñas en programas de televisión que, a veces, las decisiones en política son difíciles y que no se puede quedar en Alemania (lo que no dijo es que tendría que volver a zona de Guerra); pero que hoy, cinco años después del inicio de una de las Guerras más sangrientas, como si antes de esto no hubiera habido guerras ni personas escapando de los conflictos y del hambre, y cuando las elecciones asoman, deciden acoger a los refugiados y decir que "no nos podemos quedar con los brazos cruzados". Hasta hace varios días no tenían solo los brazos cruzados, sino también las piernas y el corazón.

Si ponéis la televisión o leéis un periódico aparecerán miles de fotos de vuestros niños. Incluso en algunas noticias, los periodistas instarán a los políticos a buscar soluciones. Los plumillas y directores de medios abusarán de imágenes de muertos. Se felicitarán unos a otros por dar voz a los sin voz. Pero nunca se atreverán a publicar el listado de los gobiernos, bancos y empresas que financian vuestras Guerras. Nunca publicarán ni un solo nombre de los que han matado a vuestros hijos, madres, amigos o vecinas. Y no lo harán por dinero porque sí que conocen sus datos personales.

Quiero avisaros de que las ciudades que os abren las puertas han sustituido hace mucho la justicia social por la solidaridad. Las instituciones ya no se preocupan por las personas. Las oportunidades vendrán de habitantes anónimos. Tened cuidado cuando andéis por las calles, entréis a los comercios o acompañéis a los niños al centro de Salud. Algunas personas os dirán cosas horribles. Alguna vez incluso os insultarán. Os pegarán o pintarán en la pared de vuestra vivienda "inmigrante vuelve a tu país".

Pero, también, encontraréis a mucha gente que os ayude a pasar la frontera, que os esté preparando una cama y un baño caliente. Que os espere con fruta fresca, tratando de imaginar vuestro dolor, que nosotros los europeos nunca podremos sentir porque las Guerras que conocemos las vemos solo a través de pantallas de plasma. Porque se sitúan fuera de las vallas que construyeron para que no entrarais, como si el hambre se contagiara. No lo sabéis pero también, aquí dentro, algunos tenemos un nudo en el estómago desde hace mucho; y nos gustaría pediros perdón. Por crear ese negocio tan horrible que es la Guerra. Y porque lo primero que debemos hacer es reconocer que en ninguno de los conflictos bélicos hemos sabido actuar. Que nunca hemos estado a la altura de las circunstancias.







P.D. Les animo a viajar un poquito más por Marte a través de este post que escribí hace mucho tiempo http://quemetrasladenamarte.blogspot.com.es/2012/11/tengo-necesidad-de-ti.html?m=1

lunes, 31 de agosto de 2015

¿Nosotros también llegamos así?

Martín: ¿De dónde viene la nieve? El pequeño sujeta con fuerza la mano de su padre, mientras busca las respuestas del mundo. No ha dormido desde que sus abuelos fueron a despedirles. Nunca había viajado en barco. Martín: ¿Dónde se guardan todas las palabras? La travesía, por fortuna, está siendo tranquila. Aunque larga, demasiado larga. El padre mira el mar. Observa las olas. Busca peces. O, quizás, la caja en la que se guardan las palabras. El viento revuelve su pelo. Martín: ¿Cuándo nacieron los sentimientos? Otto, el perro de peluche del niño, se queja de que tiene mucha, muchísima sed. En la cantimplora que le ha regalado su abuela paterna solo quedan unas gotas de agua. Martín: ¿Cuántas estrellas hay en el cielo? El padre se aferra a la fotografía arrugada en la que aparece una mujer. Él no sabe cuantificarlas, pero sabe que desde hace siete meses brilla una más. Martín: ¿Quién inventó las fronteras? Alguien lanza varios paquetes por la borda. El niño se pregunta si es un tesoro lleno de monedas de oro. Una luz le impide al padre abrir los ojos. Se adivina que la tierra está cerca. Martín: ¿Cuándo volveremos a casa?


Autores: João Pereira, Rodrigo Ribeiro


Ángela mira el telediario. Acaba de aparecer la imagen de un niño que tiembla de frío de la mano de su padre. El niño, piensa, debe de tener su misma edad. Tiene también un peluche de perro parecido al suyo. Ángela: Papá, ¿Nosotros también llegamos así?

P.D: Destacar la incapacidad de la Unión Europea y su falta de humanidad con los millones de refugiados que huyen de sus países, de la guerra, del hambre. De la muerte.

domingo, 12 de julio de 2015

Ahora que ya no somos desconocidos II

En este rincón de la Tierra no existe el tiempo. Los relojes se aferran de forma inhumana a las paredes a medio derruir. Las manecillas de los aparatos dejan de funcionar cada vez que cae una bomba en la ciudad fantasma. Marcan siempre las 11 de la mañana, de ningún día concreto, de un mes cualquiera del año de la Guerra.

Él seguía con ese gesto tan suyo de lloro mudo, y todavía utilizaba sus manitas sucias para tapar sus oídos. Al niño, se le había olvidado cómo llorar. Al igual que a su abuelo, quien permanecía sentado a escasos metros del niño tratando de invocar a Dios mediante las bolas amarillas de su tasbih. Quería pedirle protección. En el último año, la familia se había visto reducida a tres miembros: el niño, el padre y el abuelo. Las entrañas de la madre volaron por los aires cuando pisó una bomba. Al hermano mayor, los soldados le pegaron un tiro mientras simulaba disparar con un arma imaginaria a sus amigos. Tenía cinco años.

Abuelo y niño no son capaces de mirarse, no soportan ver reflejado en los ojos del otro su propio dolor, por eso observan las manecillas estropeadas del reloj. Ambos se parecen demasiado. Son igual de reservados. Son igual de parcos en palabras. El niño no ha abierto la boca desde que nació. Una vez estuvo a punto de hacerlo, pero el sonido de las sirenas que avisaban de nuevos ataques le paralizó. Se hizo pis. Y el abuelo solo habla en contadas ocasiones. Es la economía de la guerra.

Se ponen de pie. Fuera hace un día soleado. Si no fuera por la muerte que sobrevuela sus cabezas o por el paisaje inhóspito de la ciudad, podría decirse que hace un día bonito. Nieto y abuelo arrastran los pies en dirección al Norte de la ciudad en busca de nuevas provisiones. Uno al lado del otro. De repente, el niño empieza a correr hasta llegar al que fue el patio de una casa. Se queda mirándola. Allí está. La belleza de una flor sobresale entre la suciedad de la muerte. El niño tiene la tentación de arrancarla. Pero espera. Escucha la respiración irregular de su abuelo que acaba de alcanzarle y permanece a su lado de nuevo.  Entonces, ve a su abuelo llorar. No entiende bien el significado de su llanto, pero comprende que es importante dejar la flor en el mismo lugar donde nació.

P.D. Este post es la continuación de Ahora que ya no somos desconocidos. Seguimos siendo conocidos, a pesar de que la historia de este niño ya no salga en las noticias. Su situación es la misma y las instituciones siguen dejando morir a los civiles.
 

jueves, 9 de julio de 2015

Verano en la ciudad

Una vive esta época del año al amparo de la oscuridad, con las persianas bajadas por completo para evitar derretirse, con sesiones de ducha de agua fría varias veces al día, y esperando la ola de calor definitiva que me empuje hacia el centro comercial más cercano a comprar un ventilador. Llega el verano y con él las vacaciones, pero las mías, y por decisión propia, son como las del Guadiana. Lo que se traduce en que entre playa y montaña piso fuerte el asfalto de Madrid con el objetivo de poner al día asuntos pendientes, de los que aparco a un lado de mi vida cotidiana hasta que encuentro el tiempo necesario para resolverlos.

En realidad, no me pongo al día, los termómetros me lo impiden, así que me arrastro por las calles desiertas que separan mi casa de cualquier lugar con aire acondicionado sosteniendo entre los dedos la concha a la que trasladé de forma forzosa a la capital, para recordar el sabor de las vacaciones, a la vez que pienso en el extraño vínculo que he establecido con el juguete marino. Los expertos dicen que la felicidad consiste en las pequeñas cosas, a la par que recomiendan a la gente andar descalza y hablar con las plantas. O en frotarte la barbilla con un Diente de León para saber si estás enamorado. Claro que los especialistas no conocen mi particular síndrome de Diógenes. De ser así, nunca hubieran dado semejante consejo.

Hubo una época en la que siempre iba acompañada de un elefante, y en otra de una campana de la suerte. Por no hablar de mis manoplas islandesas (que salen en invierno). En mis bolsos nunca hay pañuelos (tan útiles en la mayoría de las ocasiones) sino objetos con historia y libretas a medias. Nada de esto baja la temperatura, pero por lo menos me hacen compañía  y me ayudan a superar mi verano en la ciudad.

domingo, 28 de junio de 2015

La suerte está echada

Si se quiere analizar la situación griega, uno debe empezar por el principio, por el nacimiento de su civilización, de sus templos y de la tan nombrada democracia. Piedra a piedra se construyeron sus famosos y atractivos monumentos; y piedra a piedra fueron saqueados por Reino Unido y Alemania, al igual que ocurrió con los tesoros de múltiples países. Día a día, los griegos demuestran que son capaces de mantener, conservar y gestionar su propio patrimonio histórico, algo que no debería suceder porque tendrían que permanecer anclados a sus tierras y no en fríos museos lejanos.

Grecia era, y es, un país digno, pero también pobre, debido a su historia más cercana y su situación geográfica. También pudo influir que perdonó parte de la deuda a ¡Oh, sorpresa! Alemania http://www.abc.es/tecnologia/redes/20130522/abci-grecia-espana-deuda-alemania-201305220933.HTML, algo que también hicieron otros países periféricos que han vivido situaciones de asfixia y no han conocido la solidaridad de sus compatriotas.

Años después, entró en la Unión Europea, cuyas bases son palillos, ya que la han configurado tan solo en una moneda común y libre circulación (que no se pensó en las personas, aunque es muy útil, sino más bien en las mercancías, recuerden que en sus inicios estaba pensada para poder transportar el carbón y otros materiales), y nunca en unos criterios fiscales similares, ni en una Constitución común que se aplicó mucho después. Y aquí viene otra curiosidad: La Constitución Española solo se ha reformado dos veces: una en 1992 para aprobar el sufragio a los extranjeros, exigencia de la Unión Europea, y otra en 2011 y, sorpresa otra vez, ya que se hizo por exigencia europea. En este caso, la reforma afectó al artículo 135, relativo a estabilidad presupuestaria. Traducido: la primera obligación del país es devolver el dinero prestado y no socorrer a sus ciudadanos. Punto y final y volvemos a Grecia. Porque las cuentas para cumplir con los requisitos de acceso a la entrada a la Unión Europea eran medio verdad y medio mentira. Y aquí, señores, tampoco nadie se percató del error. O si lo hicieron, pero no les interesaba arreglarlo.

Las arcas del Estado Griego comenzaron a estar llenas y los sucesivos gobiernos (de derechas y de centro izquierdas) se dedicaron a establecer una red clientelar (algo similar a lo que pasa en Andalucía). Porque el dinero llegaba en barcos, aviones y transferencias, pero nunca hubo un mecanismo de control sobre las ayudas, al igual que sucedió en España o en cualquier otro país ¿acaso creen que la corrupción no existe en Francia o en Alemania? Estos gobiernos y demás personas deberían ser juzgadas, tendrían que devolver el dinero con intereses y acabar sus días en la cárcel, sin lugar a dudas. Al igual que muchos otros dirigentes, e insisto, que no solo griegos. Y nunca debería ser castigado el pueblo.

Cuando Syriza ganó las elecciones a principios de año, se comprometió a no vender a su pueblo. Y hasta la fecha eso ha hecho. Intentando negociar, cediendo en algunos puntos y no en otros, las exigencias del FMI, del BCE, y de la Unión Europea, nunca antes demandadas a ningún otro país. Grecia tiene uno de los IVA más altos de toda la Unión Europea y unas de las pensiones más bajas. Dos puntos clave para evitar que la mayor parte de su población caiga en la pobreza extrema. Las exigencias, por cierto, provienen de un grupo de gente que poco se preocupa de salvar la vida de los miles o millones de inmigrantes que cada año fallecen en el Mediterráneo ¿Cuándo los hemos visto a estos dirigentes en la valla de Melilla o en la isla de Lampedusa? La respuesta es nunca. También cierran las fronteras a los refugiados http://elpais.com/elpais/2014/06/18/planeta_futuro/1403107305_844729.html Por cierto, Grecia cuenta con un gran número de refugiados
http://periodismohumano.com/migracion/grecia-segundo-infierno-para-inmigrantes-y-refugiados.HTML y con campos, financiados por la Unión Europea, que recuerdan demasiado a los de la Alemania nazi. Y por seguir preguntando: ¿les preocupa más la devolución de la deuda de un país o que los niños pobres (uno de cada cuatro en España) puedan seguir comiendo en verano?


La exigencia europea a Grecia choca con la propia exigencia que la institución pide a sus mandatarios. Christine Lagarde, http://www.20minutos.es/noticia/2223072/0/christine-lagarde/directora-fmi/imputada-corrupcion- francia/ o el caso más sonado que implica a numerosos dirigentes europeos: http://www.elconfidencial.com/tags/temas/los-papeles-de-luxemburgo-13002/, con los llamados papeles de Luxemburgo. Y..... ¿quién no se acuerda de Rato, director gerente del FMI?

Toda esta gente, que no es ejemplo de nada, exige a Grecia lo inexigible. Quieren chupar la sangre de los pobres, asfixiarlos.

En las negociaciones, frente a ellos, está el gobierno griego, que seguro que tampoco es un ejemplo completo, ya que nadie lo es, pero en este tiempo nunca se ha arrodillado. Ha defendido a su pueblo y ha declarado que realizará un referéndum (propuesta que se ha aprobado en el parlamento esta misma mañana) para que sea el propio pueblo el que elija su camino. Algo que nunca hizo ningún dirigente europeo. Grecia puede demostrar que no solo existe el camino de la austeridad (lección que deberían aprender y extenderse a otros países) y que no solo se puede recorrer el camino del pensamiento único.

Ya sabemos la situación de la gente: más pobre, salarios más bajos y empleo precario, Sin embargo ahora hay muchos más ricos que hace 50 años.... algo no va bien.

Yo le perdono mi deuda a los ciudadanos griegos, a los que no perdono son a los criminales que tenemos en las instituciones.

La suerte está echada.

domingo, 21 de junio de 2015

Avísame cuando llegues a casa

Para mí, una de las mejores frases que pueden decirte es: "Avísame cuando llegues a casa". Suelo repetirla siempre que me despido de alguien. En parte porque me preocupo de su camino a casa (y de sus pasos en la vida). En parte porque a veces soy yo misma la que olvido mi destino y necesito que me guíen de camino a mi hogar. Especialmente cuando tomo alguna copa, y eso que había prometido en voz alta, y delante de testigos, que este fin de semana no iba a tomar alcohol, ya que engorda, y no quería ganar ni un gramo porque el martes tengo que entrar en un vestido y simular que mi tripa es una tabla. Toda una oda a la mentira y a los personajes de los libros en los que me veo reflejada, aunque sean replicantes.

Anoche no fue distinto, ya que a mitad de trayecto estuve a punto de pararme en una terraza para coger las fuerzas necesarias con un mojito que me ayudaran a llegar a casa, pero una canción de Alejandro Sanz, cantante que a partir de las 19 de la tarde debería estar prohibido, y acordarme en un momento de lucidez del estado de mis cuentas, me han ayudado a seguir adelante.  Confieso que mi trayecto está sembrado de pruebas. Desde terrazas de garitos y bancos públicos en los que encontrar la levedad hasta salones de bingo en los que ganar o perder cualquier cosa que llevo en el bolso y que sirva para apostar. La tentación es a veces muy difícil de despistar. Porque lo que uno puede hacer en estas ocasiones es, casi siempre, muy poquito. Por eso admito que mañana no me levantaré antes de las 10. Otra vez me olvido de madrugar. Y me doy cuenta de que la vida también es adaptarse a los cambios. Entre ellos no dormir o no llegar a casa, aunque alguien te lo pida. Perdóname si no vuelvo a casa esta noche.

lunes, 15 de junio de 2015

Las gafas y el agua

Acepté que no veía bien, y por tanto que me tenía que comprar unas gafas, el día en que recorría parte de un glaciar en una moto de nieve con un traje similar al que utilizaron los primeros astronautas que pisaron la luna. No es que tenga grandes encuentros con mi subconsciente en momentos límite, ya que mis citas con él tienen lugar en la ducha, pero casi me pierdo y no regreso a casa, y en ese instante lo necesitaba conmigo. De hecho, ese encuentro fue clave para asumir aquello que no quería ver.

Cuando unos meses después me acerqué a la óptica, me disgusté tanto con el resultado de la visita como si hubiera entrado en mi rincón de todas las cosas que no hice o al espacio donde guardo las palabras que nunca me salieron de la garganta. Para ayudarme con mi susto artificial, los profesionales, que imagino no han estado en muchos entierros, porque de lo contrario lloraría hasta el muerto, me decían que ya era mayor para reaccionar así, que no podía ser que me siguieran dando miedo las gotas de los ojos. Que mira ese niño de cuatro años cómo se porta. Pero una no escoge sus miedos. De ser así, hubiera seleccionado un miedo más de moda o más práctico o con el que no hiciera el ridículo cada vez que lo confesara.

Todavía creo que crecer es una trampa mortal, y que no hay un año definido para ser mayor, sino que a ese estado se llega de a poco. Cada uno tiene una fecha diferente para esa meta. Evidentemente mi momento no llegó cuando me compré las gafas. Tampoco cuando hice la prueba de las lentillas y maté el tiempo tomando un vino y después, cuando comprobaron mi agudeza visual posterior a la prueba, no acerté ninguna letra. En la siguiente prueba de lentillas casi me quedo dormida, justo lo único que me dijeron que no tenía que hacer. Durante ese proceso, mi espíritu tampoco envejeció.

Este fin de semana, me compré de golpe mis segundas y mis terceras gafas. Y me acordé de una frase del escritor Julio Llamazares, quien escribe en uno de sus libros: "hay diferentes formas de mirar el agua; todo depende de cada uno y de lo que busque". Supongo que veré mejor con mis nuevas gafas. Pero no es eso. No se trata de cómo se mire, se trata de la forma en que se ve (It is not about how you look, it is about how you see).

jueves, 4 de junio de 2015

La figura de Assata Shakur

Lo bueno de no saber casi nada es que cada día aprendes algo nuevo. Hace varias noches escuché un programa de radio en el que hablaban de la figura de Assata Shakur, una de tantas activistas que en los años 70 luchaba por los derechos civiles de los negros en un país dominado por los blancos y que yo desconocía por completo. Ella vivía en una zona del mundo donde los habitantes de color tenían que viajar en la parte trasera del autobús hasta que una mujer llamada Rosa Parks fue detenida por permanecer sentada en la parte delantera del vehículo y no ceder el asiento a un ciudadano blanco.

Assata vive en Cuba desde finales de los años 70. Huyó allí tras pasar varios años en la cárcel por matar, supuestamente, a un oficial en 1973. Una historia con muchas versiones y que cuesta creer cada vez que vemos en la televisión a un policía blanco (y gordo) disparando a un compatriota negro desarmado y sin justificación alguna; y que después nunca es condenado. Se trata de una imagen que se repite cada vez más en un país que, ironías de la vida, lo preside una persona negra. A raíz de estos graves incidentes, y como no podía suceder de otra manera, muchos ciudadanos se han lanzado a la calle recordando que, al igual que Martin Luther King, tienen un sueño por el que luchar, y la esperanza de que sus hijos no serán juzgados por el color de su piel.

La activista aparece en la lista del FBI descrita como una de las terroristas más buscadas, y por la que ofrecen dos millones de dólares de recompensa. También está presente en los institutos, donde se le recuerda con la frase "manos fuera de Assata" en las zapatillas de muchos jóvenes tras convertirse en todo un icono. A mí me ha recordado al libro Another Country, de James Baldwin, en el que el escritor recrea el drama de los últimos siglos de la segregación racial y de cómo se juzga de forma diferente a los ciudadanos de color. El libro fue publicado, por primera vez, en 1963, el mismo año en el que Martin Luther King pronunció su famoso discurso. Por desgracia, medio siglo después, el color de la piel sigue siendo más importante que el de los ojos.

domingo, 17 de mayo de 2015

Mi postre es mío

Una vez tuve una cita, que no fue la mejor de todas. Me asusté mucho cuando el chico con el que había quedado apareció vestido de traje y con maletín a lo Bárcenas en la mano, ya que ese estilo de hombres no suelen ser mi prototipo. Aún así decidí que no tenía nada que perder (y ya que me había arreglado para la ocasión y no tenía mucha comida en la nevera), y que estaba en el sitio y a la hora acordada, cenaría algo informal con él.

Durante plato y plato mantuvimos las típicas conversaciones que tienen las personas que no se conocen demasiado. Hasta ahí todo iba bien. El problema llegó con el postre. Yo me pedí una gran copa de helado con barquillos y él declinó las interesantes ofertas que aparecían en esa parte de la carta. Cuando vio que mi helado era el rascacielos de los helados no dudó en pedir al camarero una cuchara y dejarme con la mitad de mi bola de chocolate y sin barquillos.

La foto es propiedad de mi amiga Cris
 
A partir de ahí, la cita sin él saberlo, ya había acabado. ¿Por qué la gente no entiende que si no se pacta compartir postre no puedes comerte la mitad de quien sí lo ha pedido? Como mucho tienen derecho a probar..... Mi postre es mío y el tuyo es tuyo. Otra cosa es que anteriormente se llegue a un acuerdo mutuo por el cual cada uno comerá el 50% en su justa medida. Ni una miga de chocolate más ni una menos.

Estoy segura de que muchas relaciones no han llegado a nada más por culpa del postre. O incluso por el primer plato. A mí me molesta mucho ofrecer a mis compañeros de mesa de mi plato y que digan que no. Y ya cuando ven que te quedan dos bocados (que son los mejores, obviamente), exclamen: "al final me has dado envidia y voy a probar un poco". Con todo mi amor y sonrisa falsa les entrego el tenedor (mientras en mi cabeza me acuerdo de su madre). Otra gente es especialista en quitarte sin permiso parte de tus patatas fritas (más de la mitad) y tener el morro de decir que solo quería probarlas.

Otra discusión gastronómica típica es la gente que te roba el pan y ponen como excusa que no sabían si el suyo era el de la derecha o el de la izquierda. ¡Cuántos disgustos he tenido al no encontrar mi panecillo ni a la derecha ni a la izquierda, mientras observas al comensal de al lado con la boca llena de pan!


Las cosas claras. Con la comida no se juega, y mucho menos con el postre. Espero que quede claro: Mi postre es mío.

martes, 12 de mayo de 2015

#LEYabortoTERAPÉUTICO

 
 
 
 
 
 
Impactante campaña de una organización chilena para legalizar el aborto terapéutico. Derecho a decidir. Siempre

domingo, 10 de mayo de 2015

Perder el barco

Hubo un día en el que algún plumilla estuvo inspirado y utilizó la expresión de ser una locomotora para hacer referencia a la mejor economía de una zona. Véase, por ejemplo, Alemania como locomotora de Europa, o como milagro económico. Lo que no explicó es que ese tren funciona a costa del carbón de 7,5 millones de minijobs o a base de que dos millones de personas tengan dos puestos de trabajo. Tampoco menciona que ese humo está contaminado, ya que el 10% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y necesita la ayuda de los servicios sociales para poder sobrevivir (un porcentaje que ha ido en aumento en los últimos años). La cifra en la primera economía mundial, EE.UU., sube al 14,5% según los datos del propio Gobierno presentados en el documento The war on poverty 50 years later. Un informe que se traduce en 45 millones de personas con escasos recursos, pero con nombres, apellidos e historia de vida.

Los pasajeros de ese tren del Euro se dividen de forma cada vez más extrema en primera y tercera clase, como sucedía a finales del siglo XIX y principios del siglo XX con los grandes transatlánticos. La clase media, a la que todo el mundo creía que pertenecía, desaparece. A la par que naufragan barcos cargados de inmigrantes en las aguas de la isla de Lampedusa.

Observando estas y otras cifras, el economista francés Thomas Piketty habla sobre la distribución de la riqueza: de cómo es y de cómo debería de ser y del antagonismo de que un escaso número de personas concentre el mayor porcentaje de riqueza (y que este número en vez de decrecer con el paso de los años sea cada vez mayor) y de que el porcentaje de la de los ciudadanos decrezca como lo hace la luna. Leemos a estos recientes economistas mientras los presidentes de los gobiernos aseguran que estamos en "la buena dirección". Y yo prefiero no saber cuál es, ya que lo que toco a mi alrededor son trabajos cada vez más precarios, inútiles de despacho y cargos intermedios de vida low cost.             

Como dice la frase hemos perdido el tren, ya que la oportunidad de hacer del mundo un lugar más justo se esfuma como el humo de la locomotora. O como el humo del barco, ya que la expresión inglesa es miss the boat.

domingo, 3 de mayo de 2015

Que la sequía tarde en llegar

Cada arruga de su rostro fue engendrada por una preocupación. El surco central de su frente, el más profundo de todos y el más reciente, se formó con una palabra: Europa. Él la escuchó como si fuera lluvia. Cuando su hijo la repitió, la oyó a través del aire que aspiraba de un viejo cigarrillo de liar, porque el cáncer no le preocupaba, pero sí le asustaba la manera en que su hijo veía la mar.


El día que el joven marchó, él le miró a los ojos sabiendo que sería la última vez que lo haría. Le apretó fuerte la mano y le deseó suerte, aunque sabía que ésta nunca viaja en barcos pesqueros, sino que lo hace en grandes cruceros.


Ahora, sentado en la puerta de casa, maldice la injusticia de un mundo que ha dejado que su hijo muera ahogado. No ha visto las noticias porque no tiene televisión, pero su corazón le dio un vuelco a las 3 de la madrugada, en el momento exacto en que la barca se hundió y su primogénito, junto con unas 700 personas más, desaparecieron en el mar. Solo espera que la época de sequía tarde en llegar. La suya ya le pesa demasiado.