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jueves, 4 de junio de 2015

La figura de Assata Shakur

Lo bueno de no saber casi nada es que cada día aprendes algo nuevo. Hace varias noches escuché un programa de radio en el que hablaban de la figura de Assata Shakur, una de tantas activistas que en los años 70 luchaba por los derechos civiles de los negros en un país dominado por los blancos y que yo desconocía por completo. Ella vivía en una zona del mundo donde los habitantes de color tenían que viajar en la parte trasera del autobús hasta que una mujer llamada Rosa Parks fue detenida por permanecer sentada en la parte delantera del vehículo y no ceder el asiento a un ciudadano blanco.

Assata vive en Cuba desde finales de los años 70. Huyó allí tras pasar varios años en la cárcel por matar, supuestamente, a un oficial en 1973. Una historia con muchas versiones y que cuesta creer cada vez que vemos en la televisión a un policía blanco (y gordo) disparando a un compatriota negro desarmado y sin justificación alguna; y que después nunca es condenado. Se trata de una imagen que se repite cada vez más en un país que, ironías de la vida, lo preside una persona negra. A raíz de estos graves incidentes, y como no podía suceder de otra manera, muchos ciudadanos se han lanzado a la calle recordando que, al igual que Martin Luther King, tienen un sueño por el que luchar, y la esperanza de que sus hijos no serán juzgados por el color de su piel.

La activista aparece en la lista del FBI descrita como una de las terroristas más buscadas, y por la que ofrecen dos millones de dólares de recompensa. También está presente en los institutos, donde se le recuerda con la frase "manos fuera de Assata" en las zapatillas de muchos jóvenes tras convertirse en todo un icono. A mí me ha recordado al libro Another Country, de James Baldwin, en el que el escritor recrea el drama de los últimos siglos de la segregación racial y de cómo se juzga de forma diferente a los ciudadanos de color. El libro fue publicado, por primera vez, en 1963, el mismo año en el que Martin Luther King pronunció su famoso discurso. Por desgracia, medio siglo después, el color de la piel sigue siendo más importante que el de los ojos.

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