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domingo, 21 de junio de 2015

Avísame cuando llegues a casa

Para mí, una de las mejores frases que pueden decirte es: "Avísame cuando llegues a casa". Suelo repetirla siempre que me despido de alguien. En parte porque me preocupo de su camino a casa (y de sus pasos en la vida). En parte porque a veces soy yo misma la que olvido mi destino y necesito que me guíen de camino a mi hogar. Especialmente cuando tomo alguna copa, y eso que había prometido en voz alta, y delante de testigos, que este fin de semana no iba a tomar alcohol, ya que engorda, y no quería ganar ni un gramo porque el martes tengo que entrar en un vestido y simular que mi tripa es una tabla. Toda una oda a la mentira y a los personajes de los libros en los que me veo reflejada, aunque sean replicantes.

Anoche no fue distinto, ya que a mitad de trayecto estuve a punto de pararme en una terraza para coger las fuerzas necesarias con un mojito que me ayudaran a llegar a casa, pero una canción de Alejandro Sanz, cantante que a partir de las 19 de la tarde debería estar prohibido, y acordarme en un momento de lucidez del estado de mis cuentas, me han ayudado a seguir adelante.  Confieso que mi trayecto está sembrado de pruebas. Desde terrazas de garitos y bancos públicos en los que encontrar la levedad hasta salones de bingo en los que ganar o perder cualquier cosa que llevo en el bolso y que sirva para apostar. La tentación es a veces muy difícil de despistar. Porque lo que uno puede hacer en estas ocasiones es, casi siempre, muy poquito. Por eso admito que mañana no me levantaré antes de las 10. Otra vez me olvido de madrugar. Y me doy cuenta de que la vida también es adaptarse a los cambios. Entre ellos no dormir o no llegar a casa, aunque alguien te lo pida. Perdóname si no vuelvo a casa esta noche.

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