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jueves, 15 de septiembre de 2011

La barrera

Llevaban muchos días observándose. No ocultaban que sus ojos se posaban en su escote, en su pelo, en sus labios. Las miradas tenían un testigo de excepción el último muro de la vergüenza ubicado en Cisjordania. Un simple trozo de hormigón. Un obstáculo insalvable para muchos.

Cada jornada, cuando el sol empezaba a ponerse, enfrentaban sus sonrisas en un lugar de la valla que todavía faltaba por construir. Y que permitía observar la otra mitad del mundo, la paz, y la poca justicia que todavía sobrevolaba la zona.

Pocas veces hablaban porque no conocían el mismo idioma. Solían utilizar el inglés para comunicarse, pero Amina, del lado palestino, apenas había ido a la escuela y no conocía mucho vocabulario. Su pelo negro le llegaba hasta las caderas y le conjuntaba bien con sus ojos de color almendra. Su vestimenta siempre larga y los pañuelos en la cabeza solían ondear en las tardes de viento.

Nunca se tocaron, pero siempre supieron que lo suyo fue un flechazo. De esos de película, donde no hay ni bombas, ni sangre, ni políticos corruptos. Obras en las que no se necesitan pasaportes y, mucho menos, permisos especiales para pasar la frontera.

Al poco tiempo de conocerse, Amina comentó en una comida, en la que casi todos los comensales se atragantaron, que había conocido a alguien, que se había enamorado. "Es ingeniero, la gusta mucho leer, moreno, ojos claros y de tez blanca", explicó."Es judía y es mujer", concluyó más bajito cuando todos celebraban la buena nueva.

P.D. Este post es una historia real y ficticia. Hace poco leí un reportaje en que una mujer palestina y otra israelí se habían enamorado. Me pareció curiosa, a la par que complicada.

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