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miércoles, 29 de junio de 2011

La culpa y el calor

Las dos palabras que titulan mi blog tienen más relación de la que cualquier observador encontraría. Las dos, el calor y la culpa, te impiden dormir por las noches. Cada una con sus razones, con sus tácticas, con su pepito grillo. Pero ambas se intensifican a la misma hora, a esa en la que uno decide acostarse. En ese minuto mágico en que cada uno comienza a dar vueltas, a la cabeza primero y despúes en la cama, en búsqueda del sueño añorado, del mundo idealizado. En ese estado en que no existen ni las temperaturas de 40 grados ni los remordimientos. Ni el sudor, ni las verdades de los ojos, ni los labios sellados.

Todo eso, por fortuna, se olvida por la mañana, con la luz del día, cuando nos sentimos seguros de lo que somos, de lo que hicimos, de lo que dijimos o de lo que callamos.

De los dos estados es más fácil, aunque ahora parezca pardójico, evitar el calor. Botellas de agua fría, dormir con poca ropa, o sin ella, y con las ventanas abiertas. Los afortunados con el aire acondicionao.

La segunda tiene peor solución. Alguna copa de más parece ser, a veces, el remedio perfecto. O momentáneo.  O el que permite liberar la conciencia para que se convierta en cierto lo que nunca sucedió.Y que tiene una solución, fuera de los cócteles, que no siempre queremos ver por secretas razones.

Buenas noches para todos los pollos asados ;-))

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