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sábado, 1 de octubre de 2011

Solidaridad

Desde el día en que ponemos el primer pie en el mundo, las personas que nos rodean se empeñan en enseñarnos algunos valores. No todos, claro. Hay gente que nunca aprobó el título necesario para educar a un niño. De esos que les da una rabieta y se tiran en medio de cualquier restaurante a llorar y sus acompañantes no le dicen nada.

Se supone que esas enseñanzas cívicas nos ayudan a ser mejor personas, a vivir en sociedad. A tener empatía. Una de esas primeras cosas que te enseñan es la solidaridad. Para ello, lo normal, es que los papás te hagan compartir los juguetes con tus hermanos o con tus amigos del parque. Y eso a veces cuesta aprenderlo. Pero, luego, le ves hasta la parte positiva.

Con el Estado pasa lo mismo. Él funciona como un progenitor. Y desde que empezamos a trabajar se dedica a enseñarnos lo importante que es ser solidario. Lo importante que es pagar impuestos para que, supuestamente, todos tengamos las mismas oportunidades.

Sin embargo, parece que muchas veces el Estado tiene hijos demasiado mimados a los que no les gusta compartir.

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