Voy a confesarlo. Mi mayor miedo es la limpieza general, la que intento evitar, lo mismo que hago cuando intento esquivar a las personas que no me aportan nada y que con solo un saludo destruyen mi felicidad interior, mi equilibrio mental. ¿Las excusas? Cualquiera sirve, pero la más usada es la falta de tiempo, aunque el reloj ahora esté de mi lado. La realidad es mi falta de ganas y el miedo, este ya más serio, de lo que me puedo encontrar. Cuando ordeno y limpio me traslado a la misteriosa dimensión espacio/tiempo de las gomas de pelo, cual Homer Simpson en uno de los repetidos capítulos.
El problema es que al principio estoy muy motivada. Pero a la hora exacta me encuentro entre la espada y la pared. O entre la ropa y el armario. En un punto que no avanzas. Y es cuando me siento en el suelo a contemplar todo lo que he desordenado y que, si quiero dormir por la noche, tengo que ordenar.
Como ayudante para esta laboriosa tarea no hay nada mejor que la música, de cualquier cadena, pero marchosa, para que te ayude a coger fuerzas. El aspecto positivo es que mi trapo y yo nos marcamos unas coreografías que ni los del programa de Fama.
P.D. Creo que en breves podré retomar las reuniones sociales en casa, ya que estará brillante, brillante.
El problema es que al principio estoy muy motivada. Pero a la hora exacta me encuentro entre la espada y la pared. O entre la ropa y el armario. En un punto que no avanzas. Y es cuando me siento en el suelo a contemplar todo lo que he desordenado y que, si quiero dormir por la noche, tengo que ordenar.
Como ayudante para esta laboriosa tarea no hay nada mejor que la música, de cualquier cadena, pero marchosa, para que te ayude a coger fuerzas. El aspecto positivo es que mi trapo y yo nos marcamos unas coreografías que ni los del programa de Fama.
P.D. Creo que en breves podré retomar las reuniones sociales en casa, ya que estará brillante, brillante.
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