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domingo, 18 de marzo de 2012

El sueño de Amalia

Cementerio de Santa Amalia (Badajoz).
"Debiste preguntar más", le despierta su padre, lo que no supone una novedad. Ella ya no se asusta como las primeras veces que oía su voz porque está acostumbrada a escuchar los consejos de un hombre que yace desde hace más de 70 años en una fosa en compañía de varias docenas de cuerpos semidesnudos. Para llegar a ese lugar, la única indicación que te dan los astros o los sabios viejos del lugar es: "Allí, cerca de los olivos".

Amalia sabe que siempre fue una persona demasiado introvertida y sentía pánico de preguntar porque pensaba que a las personas les sucedía como a ella, que se sentían sin salida entre tanto símbolo de interrogación. Todas las cuestiones le recuerdan a las que le hizo un señor con bigote en una habitación que no tenía ventilación. Pero ahora todo es distinto porque sabe que su tiempo se acaba, los minutos se les escapan de las manos y el aire se evapora de su boca. Amalia se coloca las gafas y mira la aparición de su padre. Siempre luce la misma pose. Es la misma que la de una fotografía tomada meses antes de ese todo y esa nada, cuando todavía tenía 43 años y era un joven bien plantado.

"Lo sé", responde a las horas Amalia. Lo bueno de hablar con personas ausentes es que no exigen respuesta inmediata. Para ellos, el tiempo pasa a una velocidad diferente. "Y bien sabes que me siento traicionada por la hipocresía que copa hasta el último rincón de la sociedad. La que todavía se divide en vencedores y vencidos. La que pide olvidar, pero no permite que enterremos a los muertos", agrega.

Amalia pertenece a una de las últimas generaciones que tiene una conexión directa con los fallecidos en la Guerra Civil. Si la Ley llega demasiado tarde, porque al final llegará, será un doble fracaso. El país estará en deuda con esos muertos, pero también con los familiares que quisieron perdonar sin olvidar. Porque la muerte de un ser querido, al igual que la Historia, no se puede borrar.

P.D. Para que todos las personas puedan enterrar a sus muertos con dignidad, al igual que ha sucedido en muchos países de América Latina que también sufrieron décadas de dictaduras.

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