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lunes, 21 de enero de 2013

Espíritu galgo

Le tacharon de loco. Miró a los ojos de un caballo. Pasaron unos segundos. Le abrazó, y le pidió perdón. Por él, por todos. Por la humanidad. Fue Nietzsche, cuando ya vivía ajeno a la sociedad, y, sin embargo, vivía más cerca de la utópica humanidad. Entonces entendió la curiosidad de los animales. El afán investigador, o el hambre, que lleva a una galga a recorrer los túneles del suburbano. A echarle un pulso al metro y demostrar que puede correr más rápido que el medio de transporte. Debe ser el espíritu valiente de los galgos, que existe en la mayoría de los animales. Viajan al espacio, te prestan sus ojos, buscan ayuda o encuentran personas bajo los escombros.

Frente al espíritu de los animales, están las personas y las leyes de un Estado que avala y permite las fiestas populares con maltratos a animales. Además de llamar cultura a la incultura.
Querida galga, ¿qué podrías esperar de este país? En un lugar en que la prisa vale más que una vida. Donde se cierran urgencias y se reparten sobres.

Hoy deberíamos mirar en sus ojos y pedirle perdón, a la vez que reclamamos una legislación adecuada para proteger a los animales. 

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