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viernes, 10 de febrero de 2012

La juventud perdida

Nunca me ha gustado la nueva definición social de la generación perdida. Los que pierden son ellos. Hace tiempo que nosotros definimos victoria. Es dignidad. De eso andamos sobrados, de dinero no. La falta de cobrizas en los bolsillos es lo que nos hace emigrar a otros países. La idea de buscar un futuro mejor, lo mismo que ocurría hace unos años cuando era España el país que acogía, con los brazos más o menos abiertos, según la nómina, a personas de otras nacionalidades.

España, un país más preocupado por los guiñoles franceses que por la reforma laboral, o los minijobs. Lo defendía Almunia: "Mejor algo mediocre que nada". Mejor es dignidad. Si a los políticos y a los consejeros de las empresas les encanta cobrar 400 euros al mes, ¿por qué no reducen ellos la cantidad de su nómina?


Dentro de poco, España será el país de los camareros más preparados del mundo. De camareros con carreras y máster. El resto de licenciados y diplomados estarán en cualquier país en el que se investigue un poco, se entienda que los políticos corruptos deben estar en la cárcel. En una tierra en la que ningún yerno esté por encima de la Ley.


Quizás se acuerden cuando vayan a un hospital aquejados de cualquier mal y no encuentren ningún médico que les atienda porque hace mucho que se fueron a Inglaterra. Cuando busquen una farmacia para adquirir sus medicinas y se percaten de que están todas cerradas. En el momento en el que las vista les falle y pidan a su nieto analfabeto que les lea el periódico. Y él no entienda ni una letra porque no pudo pagar la última mensualidad de una escuela.




Ellos dicen que irnos a vivir al extranjero es una oportunidad para mejorar otros idiomas. Pero lo que no saben es que quizás no querremos volver. Porque nosotros sí tenemos dignidad y sabemos que en algunos países pensar sobra.

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