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martes, 12 de febrero de 2013

El agua era champán

Llenó con agua del grifo la mitad de un vaso. Medio lleno, medio vacío. Como ella:a veces optimista, otras pesimista. O realista, pensaba. Le temblaba el pulso. En ese momento se alegró de su afán por buscar la equidad, ya que durante el transporte del líquido consiguió no derramar ni una gota. Estaba completo, en su justa medida. Posó el vaso en la mesa, frente a un señor que sudaba. Necesitaba el agua, se deshidrataba. Escuchó las palabras que él balbuceaba. Sin sentido, como los discurso de los políticos. El señor miró los papeles, pero no entendía su propia letra. "Tantos años en la facultad para no saber hablar, ni leer", le dijo mientras le sacaba unas galletas del viejo armario del salón.
Se explicó en silencio. Ella no oyó nada. Le dio las gracias. Cerro la puerta y se encaminó a la cocina.
Llenó hasta arriba dos vasos de agua. Los colocó en una bandeja que entró a la salita, donde estaba, inmóvil, como siempre, su marido. Bebieron, como en los viejos tiempos. El agua era champán. Era la lluvia sobre sus caras. Charlaron. Lloraron. Recordaron. Se perdonaron. Se dieron la mano. Abrazaron la soledad. Acabaron con varias cajas de medicamentos. Lo miró, por última vez.

¿Cómo vivir sin casa?

P.D. Hoy el Congreso equipara tener casa con la salvajada del mundo de los toros. Sobran las palabras. Mi enhorabuena al equipo de PAH. Sí se puede. Aunque ha costado varias vidas.

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