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domingo, 4 de diciembre de 2011

El lado zen

Últimamente ando algo (traduzcan por bastante) estresada por cuestiones de curro. No es que me guste, pero no puedo evitarlo. He barajado la opción de escaparme y comprar el próximo vuelo a una isla desierta en la que sólo vivan pingüinos o a un espacio sombreado con palmeras y aguas cristalinas. Como esa solución, por el momento no es viable, que no es lo mismo que descartable, me he dedicado a buscar mi lado  zen y he comenzado a hacer ejercicios de meditación.


Al principio me ha entrado la risa tonta con las instrucciones del guía espiritual. Y ya cuando he visto que por ese camino no iba a alcanzar mi Nirvana, que creó que perdí hace ya tiempo, me he tomado más enserio los consejos para cargarme de energía positiva. Para el que no lo sepa, este concepto hace referencia al momento en que una persona llega a un elevado nivel de concentración en el que está pendiente de su respiración y se evade de las virtudes de este mundo.


Yo creo que escaparme de mi yo físico, lo que se dice escaparme, creo que no lo he conseguido, más que nada porque tengo la ligera sospecha de que he dejado de oír la voz del guía y me he quedado sumida en un profundo sueño. Relajada y con cero agobios. Hasta 20 minutos después que mi móvil ha decidido devolverme a la realidad. A la de las prisas y los agobios y donde no se cultiva nada nuestra salud mental.


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