Buscar este blog

martes, 24 de diciembre de 2013

La Navidad de las 48 horas

Durante estos días, la gente envía sus mejores deseos. Se ve dominada por una extraña euforia. De consumo, de amor. Para demostrar todo ello, y porque es lo que no sale de la línea, mandan postales, fotos y todo tipo de material sensible, cual anuncio de Camporfrío, olvidando que dicha marca no es española, sino que es mitad Mexicana y mitad China. La memoria siempre domina a su antojo. La cursilería barata está allá donde mires. Es la Navidad típica de regalos y abetos, y la de cantar 20 veces el mismo villancico.

Para otros, la Navidad dura lo mismo: 48 horas. 2 días, de un año que tiene 365. Son más que suficientes. No hay peor momento para la soledad, a pesar de que siempre es demasiado pesada. Y eso no se traduce por estar solo, sino contento con los que te rodean. En estas fechas no gusta vivir al margen del sistema, aunque se baile el resto del año. Y no lo es porque lo que antes era elección, ahora es obligación.

Me refiero, por una parte, a personas que no tienen dinero y quedaron excluidas de la Navidad por poco consumistas. A los que estarán rodeando una mesa en un lugar que no quieren estar. O se imaginen en un trocito de hielo en la Antártida, porque hasta el más frío glaciar le parezca más acogedor que esa sala. O a los que echen de menos a alguien y no encuentren ni una palabra de consuelo.

Como dice mi amiga: dentro de 48 horas ya no quedará ni rastro de euforia navideña. Y, por fin, dejarán de poner esos anuncios, reflejos de una sociedad, que sólo buscan que gastes, que llores y que te sientas un poco más solo. Ya solo quedan 47 horas...

No hay comentarios:

Publicar un comentario