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domingo, 10 de enero de 2016

Existen diferentes tipos de frío

El otro día encontré en uno de mis múltiples cuadernos la frase que da título a este post. Existen diferentes tipos de frío. No supe de dónde procedió la inspiración cuando la plasmé en una hoja al azar. Hace tantos días que ni me acordaba de ella, pero anoche, cuando pasaba de puntillas al lado de la persona que duerme en mi portal para no despertarle, me percaté de que la escribí pensando en él.

Lo conocí hace unos días cuando yo volvía de una cena en una pizzería con las sobras en la mano. Él llevaba gafas y hacía un crucigrama a la luz de la farola. Le pregunté si había comido y si le apetecía comida italiana. Me miró, mientras se colocaba las gafas, y me dio las gracias: "Me la guardaré para mañana".

Desde entonces, si está despierto cuando regreso a casa, me da las buenas noches y me pregunta cómo me lo he pasado. Por el día no me dice nada. A pesar de que siempre deambula por el barrio en compañía de vino barato. A veces, habla con los cartones. Otras, pasea por la puerta de la marisquería del portal contiguo fumando un puro que los camareros le ofrecen con desgana para que no moleste a la clientela adinerada.



Anoche se tapaba con su manta de rayas de colores en la misma esquina de siempre con la compañía de sus escasas pertenencias que acumula sin orden en un carro de supermercado y en una maleta de color gris medio vacía para viajar a cualquier lugar. Deseosa de llegar a casa porque tenía algo de frío, pisaba fuerte el suelo; hasta que lo vi y pensé en el aire que se clava en los huesos. Hace unos días debatía con mis amigas sobre la pobreza en África. Llegamos a la conclusión de que es muy diferente a la de los países europeos. Allí no implica la marginación social, pero aquí, en las grandes capitales del viejo continente, la mendicidad es soledad. Es ausencia de calor humano. Puede helar el corazón de un hombre. Y eso sí que da frío. Da muchísimo frío.

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