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miércoles, 13 de julio de 2011

Papeles de colores

La obsesión por los papeles de colores comenzó cuando terminó la fiebre amarilla, siglos y polvo atrás. Hasta entonces habían existido de una manera secundaria, en la sombra, porque lo que estaba en alza eran las piedras y los metales preciosos. California comenzó a recibir inmigrantes de todas las partes del mundo en la búsqueda, casi mágica, de las pepitas de oro, del llamado dorado. Sin saber, que esa fiebre, que no se medía en grados, acababa de a poco con la vida, te consumía.

En los tiempos modernos, cuando el oro es un metal accesible a la mayoría de la población , de mejor o peor calidad, apareció pronto la obsesión por los papeles de colores. Algunos de ellos se ganan de forma muy sencilla, aunque pocas veces se ven. En la mayoría de los casos viven en cómodas casas gestionadas por un consejo, no precisamente de sabios, con un alquiler anual y ahora mensual más que elevado.

Lo importante de esas casas es, al igual que en el mundo del ladrillo, que sean más grande que la del vecino. O, por lo menos, que lo aparente. No es sólo serlo, sino sobretodo parecerlo. En la época actual en la que se presupone que la gente está más formada que nunca, en general, la gente sigue teniendo una fe ciega en los papeles de colores, como si pudiera salvarles de lo que vendrá después. Ilusos ellos que aluden a la posesión de esos papeles para entablar una buena amistad, conquistar a un novio encantador o una adorable esposa, cuidar una salud de hierro y alcanzar la felicidad que tantos filósofos buscaron en teorías estelares.

Está demostrado que ninguna respuesta está en los papeles de colores. Aunque cierta gente así lo crea. Para aquéllos que se han visto infectados por la fiebre del siglo XXI, les recomendaría que salieran a dar un paseo, lo más lejos que pudieran, sólo para que se den cuenta de la fantasía en la que viven. Aunque imagino que estarán demasiado ocupados contando sus papeles de colores.

P.D. Hoy no quería escribir de Economía, pero claro era inevitable. Allá cada uno con su fiebre, yo prefiero la fiebre de verdad, de esas que se pasan con un par de días en cama.

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