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viernes, 10 de enero de 2014

Aprender a morir

Lo más difícil de vivir es aprender a morir. Cuando te deslizas a este mundo, nadie te da un manual de instrucciones. Nadie te dice que deberías permitirte ser más feliz, trabajar menos, tener más coraje y pasar más tiempo con las personas que quieres. Estas son las cosas que las personas se arrepienten de no haber hecho. Se lamentan cuando ya es demasiado tarde.

De la vida, uno aprende de a poco. Al igual que sucede con el amor. Es un ensayo error, definirían los científicos. Si tropiezas, te levantas. Si tienes un problema, lo resuelves. Después pasas a una nebulosa. Vuelves al líquido amniótico, y te acuerdas de tu infancia. Los recuerdos. La nostalgia. De lo que se tenía. De lo que se escapa.

Las personas huyen de la muerte porque nadie las prepara para el vacío, para la incertidumbre de esa nada. Sentimos pánico a la eterna levedad. Aunque ya no importe nada. Invocamos a los espíritus para que la transición allá donde vayamos sea fácil y poco dolorosa.

Aprendemos a vivir, pero nadie nos enseña a morir. Tampoco se aprende a vivir sin los que no están. Solo queda seguir.

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