“Yo no vivo, yo sobrevivo”, dice una viejecita que
se aferra a una funda llena de papeles con el sello de la Comunidad de Madrid. El
escenario es uno de los vagones del suburbano que ven pasar la vida de estación
en estación. Aunque, esta sentencia la podría ejecutar cualquier persona, en cualquier lugar, en cualquier momento. No es
exclusiva. La señora, de pelo cano, se apoya en una muleta con unas manos que
denotan años de trabajo, transmiten su propio cansancio. Su ropa, totalmente
negra, refleja su excesivo sufrimiento. También su insuficiente nivel de
ingresos. Sus gafas, algo sucias, pero necesarias para ver más allá de su vida,
para alejarse de sus problemas, se le van resbalando.
La viejita baila en el Metro. No porque se dedique a
la danza, sino porque no consigue mantener el equilibrio que exige la situación:
Andar mientras el metro está en marcha. Camina como puede y pide a los
ciudadanos una ayuda, la que debería llegar, y no llega, de las
administraciones.
Narra su historia como si contara un cuento con
final amargo a cualquiera de sus nietos. El alquiler de su piso ascienda a 260
euros, facturas aparte. Con su pensión, de esas que te dan la risa de lo
minúsculas que son, no llega. Imagino que porque ayuda a alguno de sus hijos
que se quedó en el paro. Los abuelos se han convertido, como consecuencia de la
crisis, en el sustento de muchas familias. El drama del desempleo afecta ya a uno
de cada cuatro españoles, sin diferenciar entre edad, sexo o formación.
La abuela enseña sus papeles y argumenta: “No quiero
engañaros, pero es que no llego a final de mes. Cualquier ayuda me sirve”. Y da
las gracias, mientras sigue su largo camino. No puede permitirse volver a casa
sin nada. El resto de los viajeros del vagón nos miramos en silencio. No hay
corazón, ni voz, para tanto drama.
P.D. Sobran dirigentes mediocres. Este país se ha
convertido en una oligarquía barata. Que dimita el gobierno, antes de que
provoque un suicidio colectivo o que no queden habitantes en España. Basta de
mentiras, que el rescate lo paguen los bancos y no los ciudadanos.
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