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domingo, 15 de enero de 2012

El exilio de 8.000 millones de euros

Le preguntaba si allí donde iban hacía frío. No quería dejar nada al azar, sus maletas tenían que formar un puzzle perfecto. Como perfecta, para ella, había sido su vida hasta entonces. O por lo menos todo quedaba tapado bajo un manto de joyas, coches, maquillaje y flores. La realidad, que siempre supera a la ficción, se empeñó en despertarle de esa ensoñación. Y también se empeñó en arrastrarla de su mansión.

Miraba a su marido a través de los ojos de unas gafas de sol. Y lo hacía con la devoción de una mujer que amó toda su vida a un asesino. No sé muy bien cómo puede ser esa mirada, así que no podría describirla. Imagino que ella vería, simplemente, un palacio de oro, un trato servicial de millones de ciudadanos y un armario en el que perderse y encontrar las mejores telas diseñadas por los mejores modistos.El día en que él le dijo que tenían que hacer las maletas, ella bebía un té. Y actuó con más tranquilidad que si alguien le hubiera dicho que se le veía la raíz, que tenía que teñirse el pelo. Eso, probablemente, le hubiera dejado paralizada.

Preparó las maletas con cuidado, sin saber exactamente dónde irían. ¿Qué país se atrevería a recibir con los brazos abiertos a una persona condenada por aniquilar a su propio pueblo? Y sin embargo, un par de llamadas fueron suficientes. El avión, pocas horas después, aterrizaba en Riad, en el país del lujo. Allí, una limusina les esperaba para trasladarlos a su nuevo hogar.

Con el fin de adaptarse a su nueva vida, ella deshizo las maletas con cierta rapidez. Sólo había billetes: 8.000 millones de euros. Así comenzó el exilio del dictador tunecino Ben Alí y su mujer, Leila. Mientras, en su país esperan una orden de extradición, que ha sido rechazada por Arabia Saudí, para que el dictador pueda ser juzgado por un centenar de procesos abiertos, que incluyen malversación de fondos y asesinatos.
 



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