Se han
convertido en la diana de todas las protestas, de todas las quejas. Ellos que
siempre están debatiendo si dormir en casa o en el hotel de cinco estrellas que
pone a su disposición el Congreso. Desconocen si tienen que robar de la Caja A,
de la B o de la Z. Quizás sea la X. A veces, se olvidan de crear una cuenta de
correo falsa. Tienen demasiadas cifras en la cabeza: la clave de su cuenta en
Suiza, el password de los Angrybirds o el número de la caja fuerte. También
tienen que recordar el nombre de los corruptos para no nombrarlos en las ruedas
de prensa, en las que no hay preguntas. Saben que su obligación es mantener
informados a los ciudadanos.
Ellos viajan
a cualquier hora, en cualquier medio de transporte. Nadie tiene en cuenta que
en mitad de un vuelo transatlántico puede sufrir su hora All-bram. Además,
tienen prohibido viajar en Metro o en clase turista. Tienen que demostrar que
España es toda una potencia económica.
Para
potenciar y dar a conocer la marca España, ellos siempre llevan corbata. Aunque
tengan que enchufar la calefacción o el aire acondicionado al máximo. Alguna vez tienen que encargar los diseños a
modistos extranjeros. Ésto solo sucede cada cuatro años, al igual que las
Olimpiadas.
Les da miedo
dejar de utilizar los coches oficiales porque saben que el número de ventas de automóviles
descendería todavía más.
Se sientan
en la mesa ante copiosas comidas, aun a riesgo de necesitar un protector
gástrico.
A todos
ellos se les obliga a estar siempre conectados, por ello se les regala un
iPhone y un iPad. No obstante, son fáciles de localizar. Siempre están donde
deben: en Rusia, a todo lujo, en una corrida de toros, fumando un puro viendo
jugar a la Selección o en el Vaticano como testigos de honor de la misa.
Con tanto trajín
no es de extrañar que estén tan cansados, y que, de vez en cuando, tengan que
aprovechar las sesiones en el Congreso para dar una cabezada.
Y el pueblo
todavía se queja ¡Pobres diputados!
Muy , pero que muy bueno
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