Te lo pregunté porque necesitaba saberlo, tenía que visualizarlo: ¿Cuál es tu mejor recuerdo? Uno de mis favoritos es recorrer contigo con el coche el pantano de la Sotonera. Esa tarde circulábamos sin más responsabilidades que contemplar los colores del atardecer. Íbamos despacito. La belleza del paisaje impedía ir más rápido. Me hubiera gustado saber lo que pensaste entonces, pero tenía miedo de la respuesta. Yo solo quería retener ese momento en mi cabeza. Guardarlo para siempre. Por suerte, lo he conseguido. Ojalá pueda ver muchas más puestas de sol como aquella. Ya sabes que al amanecer siempre llego tarde. Me pilla a deshora.
Hoy me gustaría compartir el texto que escribí para tu último homenaje.
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Cada vez que
observamos el vuelo de las grullas, terminamos un libro, escuchamos el ruido de
los truenos de una tormenta de verano, alargamos una sobremesa con amigos, contemplamos
una lluvia de estrellas o un atardecer aceptamos, sin querer, que nos queda
menos tiempo de vida. A las grullas, a las estrellas y, también, a nosotros.
En el
prólogo de Escenas de cine mudo, un libro autobiográfico donde el escritor
Julio Llamazares rememora su infancia a partir de 28 imágenes, aparece la
siguiente reflexión: La pregunta no es si hay vida después de la muerte, la
pregunta es si hay vida antes de la muerte. Esta frase me recordó mucho a mi
padre porque me la repetía con frecuencia desde que siendo solo una niña
comencé a tener miedo de cargar con el dolor de la ausencia.
Las personas
utilizamos el sonido de un programa de la radio, evocamos una conversación
sincera o un abrazo o nos recreamos en un paisaje de otoño del Pirineo para
mitigar la tristeza que supone perder a un ser querido. Entonces, solo quedan
los recuerdos, que nunca son suficientes.
A Carlos tenemos
la suerte de poder recordarlo a través de su legado fotográfico, que se ha
convertido en un refugio al que volver. Fue, quizás, ese precioso principio, el
de buscar abrigo frente al dolor de la pérdida, el que impulsó a sus amigos a
organizar La Mirada Calculada, una muestra compuesta por algunas de sus
imágenes favoritas que se inauguró en mayo en Zaragoza y que ha recorrido los
pueblos de Aragón que Carlos tanto quiso.
Ahora esas
mismas imágenes se exponen en esta facultad en el marco de las III Jornadas de
Educación Matemática de Aragón, un lugar que no podría ser mejor porque Carlos desde
que se licenció sentía pasión por la Educación. Siempre pública.
Podría
decirse que a Carlos le encantaba enseñar -¿sabes cómo se calcula lo lejos que
está una tormenta? ¿en qué recipiente cabe más bebida: en una taza o en un vaso
de tubo? Vamos a hacer la prueba- pero también tenía un interés feroz por
aprender. Así fue como profundizó en la fotografía, una afición que relacionó desde
el principio con las matemáticas.
Eso sí, él
aprendía a su manera. Era un gran autodidacta: estudiaba libros especializados,
veía tutoriales, seguía los consejos de algunos profesionales y realizó múltiples
viajes en los que retrató el mundo para entenderlo mejor. Carlos exploraba los
rincones con su ojo digital no solo para conocer sino también para visibilizar
a las minorías y para cuidar la naturaleza.
Dentro de
poco, esta gran aventura llegará a su fin. La última parada de esta exposición
nómada será Fuentes de Ebro, la localidad a la que estuvo ligado
profesionalmente tantos años y en la que impulsó la creación del concurso
matemático, un certamen que gracias al cariño de todos vosotros ahora lleva su
nombre.
Fue en una
de las últimas sesiones de quimioterapia cuando mi padre intentó enseñarme que la
alegría y la tristeza; la rabia y el dolor; el miedo, la soledad y el amor no son
como el agua y el aceite porque todos estos sentimientos se mezclan y coexisten
de manera natural en el tiempo y en el espacio. Ahora por fin entiendo que lo
que quería decirme era que esa combinación tan fugaz y aleatoria de
sentimientos es la vida; y que a una no le queda otro remedio que aceptarla
tal y como viene porque, como él siempre decía, no hay otra.
Sin ninguna duda, esta muestra ha sido el mejor homenaje a su figura; pero
también la mejor manera de comprender su vida. Gracias a todos los que habéis
hecho posible La mirada calculada.
P.D. Te echo de menos