Zamora. El río Duero. Sus monumentos y bares. Algunos no
saben situar esta ciudad en los mapas. Castilla y León. Muy cerca de Portugal.
Tiene un castillo. Al igual que todas las urbes, habitantes. Una ciudad no
tendría sentido sin ciudadanos. A veces se enamoran. Después siguen la
corriente social.
Allí se emparejaron dos personas. Hicieron lo mismo que
hacen el común de los mortales en estas circunstancias: pasear, prometer cosas
imposibles, ir al cine, cogerse de la mano… Dijeron: Sí, quiero. Con dudas,
imagino.
La gran noticia llegó casi un año después de la boda. Niña o
niño. Les daba igual, mientras estuviera sano. Pintaron una habitación.
Compraron una cuna. Chupetes.
A los nueve meses, la habitación esperaba a su nuevo
inquilino. Los padres también. “Tenemos que trasladarte a Madrid”, le dijeron
los médicos a la futura madre cuando el bebé no acababa de abandonar el útero. La
mujer no lo comprendía.
Madrid. Un niña con un gran tumor. Sin tijeras, los médicos
intentan salvar su vida. Todo lo que le pasa a la niña, le pasa a la madre. Síndrome espejo.
Cada una respira en una habitación diferente del hospital. Casi sin conocerse.
El padre está en la carretera. Trabaja de camionero. Las ve
los fines de semana. Antes no puede. Su jefe amenaza con despedirle.
P.D. Por desgracia, el post de hoy es una historia real. Con detalles diferentes, pero real.